Primero es el 1, luego el 2, y no hay 21
Ignacio Ruelas Olvera
La estructura del silogismo dejó como herencia cultural una idea que la vida es así, premisas y conclusiones. Ese paradigma nos ahoga en nuestras consideraciones de la vida diaria. Hemos puesto altar a la idea de que la democracia es la medicina de todos los males, nada más erróneo. Primero es la educación y la cultura, luego la democracia. La segunda seerige sobre las primeras. Ni Derecho, ni instituciones, ni Estado democrático, pueden legitimarse en la teología, la metafísica o en los meta relatos, estos y otros conceptos del mundo de la vida son estructura de la democracia y se funda en el saber. Busca su motivo en un sentido deliberativo de la política y en una concepción política de la justicia que valide la legitimidad que se deposita en las diversas formas de institucionalización del poder. La retórica política ha pretendido engañarnos con la argumentación de vivir en la democracia, como por arte de magia el anhelo constitucional: “la democracia como forma de vida”.
La democracia no se agota en las urnas, inicia ahí apenas su periplo hacia un puerto, al que por cierto, no hemos llegado; de manera falaz se crea una imagen en el sentido de que el procedimiento electoral es la democracia viva. El “mísero detalle” logró la confianza del colectivo nacional y el reconocimiento del extranjero, pero el procedimiento electoral es cimiento, medio y no fin democrático.
Nuestra sociedad vive una idea de democracia conformista, arrodillada, en la que el silencio nos hace cómplices a todos. Tenemos procedimiento, pero no tenemos democracia, pues la democracia es una promesa. El patrimonio democrático que poseemos es el procedimiento electoral. ¿Vivimos la democracia, la tenemos?, la respuesta es no. Es preciso transformarla, dotarla de particularidades ciudadanas, de órganos ciudadanos, de ética ciudadana.
La democracia no existe nunca en presente. Su concepto lleva consigo una promesa, y en ningún caso es tan determinante como lo es una cosa presente. Cuando afirmamos “la democracia existe”, la podemos someter a juicio, puede ser cierto o falso, válido pero no verdadero. La democracia no se adecua, no puede adecuarse, en el presente a su concepto.
Cuáles son las razones, ya lo dije, es una promesa, ello impide que sea sometida a cálculo, tampoco puede ser objeto de un juicio del saber que lo determine. La democracia no puede ser “cosa” en abstracto, pues la democracia nace en la libertad y el respeto a la singularidad del Otro. El reto es que la democracia no sea una “cosa”, sustancia u objeto. La democracia es institución patrimonio del pueblo. La democracia es utopía, si por ello entendemos que lucha permanentemente por el espacio que le corresponderá. La democracia es inexistente. La promesa es lo que la determina. Lo que no significa que la democracia vaya a estar presente en el porvenir. La democracia es algo que siempre está por venir. En presente la democracia no será en tanto no tenga como génesis la educación y la cultura, ese cultivo de la ciudadanía es la única manera de poner en tiempo presente a la democracia, para que ello ocurra es esencial el Otro.
La satrapía discursiva ha olvidado que la política tiene que basarse en estructuras de“opinión pública”, la cual capta problemas globales de la sociedad, los documenta y loshace conscientes en amplios sectores de la población. Ahí radica, en última instancia, todaesperanza normativa, misma que depende de los procesos de educación de los ciudadanos y de la formación de la opinión a partir de las estructuras comunicativas de la escuela y de la sociedad civil en general, como tejido cultural y político del mundo de la vida. Recordemos la lección del cuento infantil de Pinocho, la sociedad está en la escuela y en la escuela estála sociedad; en la imaginación literaria para que un muñeco de madera pueda comportarse como un niño debe acudir a la escuela.
En el ámbito de la instrucción está el mejor aliado de la educación, ahí se distingue el espacio del Otro, clave de la vida social.
Si podemos decir en una sola palabra el eje de la democracia, ésta es: OTRO. En esa línea de pensamiento, podemos reconocer que el gobierno y las cosas del pueblo no se dan en solitario. La democracia es obsequio para el Otro; es la fiesta del Otro; el Otro es estética de solidaridad, Otro es ética del compromiso. La participación democrática está en la cartografía del Otro; la política tiene olor y sabor a Otro. Para que política y democracia converjan a través del consenso es preciso que emanen de la imparcialidad. Y, sin duda, el Otro es donde se engendra la justicia. Justicia es el peso de lo otro.
Comentarios
Publicar un comentario
¡Gracias por tus comentarios!
El Primer Diario Digital del Centro de la República Mexicana.